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Cacique Inakayal - Historia del cacique tehuelche en las tierras patagónicas

Extracto de la nota "Cien años de Soledad" por Viviana Genga

Inakayal (un nombre compuesto cuyas sílabas significan: Ina=seguir, Ka=otro, yal=prole) fue uno de los caciques más poderosos del sur. Nacido alrededor de 1830, pertenecía a una familia del valle de Tecka, en la actual provincia de Chubut, y había prometido fidelidad a la bandera argentina junto al cacique tehuelche Casimiro Bigua, en lo que se conoce como la primera jura de ese pabellón de la Patagonia.
Fue uno de los jefes indios que mejor recibieron a los blancos que atravesaban su territorio. Pero en 1884, cuando la campaña del desierto que redujo a las tribus hostiles al gobierno de Buenos Aires había llegado a su fin, Inakayal fue capturado y enviado a la capital argentina en un confuso episodio.
En esa época, grupo más o menos numerosos rodeaban a los jefes aborígenes de mayor prestigio, que no desperdiciaban oportunidad para mostrar sus hábitos de rapiña. El asesinato de tres pobladores de la colonia Rawson fue la causa inmediata para que se designara al teniente coronel Vicente Lasciar, con una tropa de 50 hombres, para proteger aquel poblado. Se asentaron en el paraje conocido con el nombre de Corral Charmata, lugar de paso de los indios hacia las colonias galesas del Chubut, con los cuales comerciaban.

Existen dos versiones sobre los hechos que llevaron a la captura de Inakayal. Los militares cuentan que los indios irritados por la actitud de los soldados, se dirigieron de nuevo al fortín, con la intención de atacarlo. Inakayal comandaba a estos aborígenes junto con el cacique Foyel. Pero cuando llegaron, al verse superados en armamentos, ambos decidieron deponer de toda manifestación hostil y se presentaron en son de paz, aduciendo que lo hacían para prestar acatamiento al gobierno. Aceptadas estas explicaciones, los indios pidieron regresar a los toldos para traer a las pequeñas tribus que restaban.

Siempre de acuerdo con esa versión, Inakayal quedó como rehén junto con la mitad de los guerreros que lo habían acompañado, mientras Foyel partía con el resto de los indios y 20 soldados de custodia hacia la toldería. Ya en el lugar, Foyel retardó día tras día su prometido regreso, presentando una y otra excusa. El teniente coronel Lasciar, temeroso de que el cacique estuviera preparando a los indios para caer sobre el pequeño destacamento, atacó a los indios sin previo aviso.


La otra versión-narrada por los descendientes de los caciques- dice que Inakayal y otros jefes más o menos amistosos fueron citados por el ejército porque existía preocupación por saber cual sería la actitud de los indios ante el avance de las tropas regulares por el sur argentino. La respuesta fue que los indios deseaban vivir en forma pacífica en sus propias tierras, que ocupaban desde siempre. Sin embargo, los indios relatan que la reacción del jefe del regimiento fue extraña: envió un mensaje al presidente de la Nación donde decía que había eliminado "las terribles tribus de Inakayal y Foyel" y esperaba órdenes.

Ambos relatos divergentes concuerdan -sin embargo- en que las autoridades nacional enviaron refuerzos con el vapor Villarino, que remontó el río Chubut. Con varios litros de aguardiente de por medio, los soldados lograron maniatar a lo indios y enviarlos a Buenos Aires una vez despojados los caciques de sus joyas. Cuando los indígenas llegaron a la capital fueron separados y repartidos en distintos lugares (especialmente en la localidad de Luján, cercana a Buenos Aires, y en la Boca, en la capital misma), donde las mujeres y los niños fueron entregados a distintas familias para cumplir tareas de servidumbre. Los jóvenes fueron llevados a trabajar en la isla Martín García, donde picaron adoquines hasta su muerte. Inakayal. Foyel y un último cacique Sayeweque, fueron confinados en el Tigre, en el cercano delta del Paraná, obligados a talar árboles durante un año y medio.


El perito Francisco P. Moreno quien en alguna de sus expediciones al sur había sido escoltado por los indios de la tribu de Inakayal pidió al gobierno Nacional que interrumpiera esa injusticia y le entregara a los jefes índios para alojarlos en el Museo de La Plata, que por entonces estaba edificando y donde ya vivía. Allí, al amparo de Moreno, transcurrió Inakayal su exilio forzoso hasta el día de su muerte. Rufino Vera, un mapuche valdiviano que hacía las veces de intérprete del cacique, tradujo algunos de los lamentos de los primeros días de detención de Inakayal: "Yo jefe, hijo de esta tierra, blancos ladrones matar a mis hermanos, robar mi caballos y la tierra que me ha visto nacer. Además, yo prisionero, yo desgraciado."


Una veintena de indios también deambulaban por el edificio del Museo en tareas de maestranzas, e inclusive, uno llegó a ser portero. Inakayal nunca abdicó su jerarquía. No trabajaba y siempre estaba acompañado por Tafá, su fiel sirviente. Su dignidad era impresionante. Algunos de sus hijos, como Andrés, Utrrac y Sákak (Dolores) acompañaron al cacique hasta sus últimos días.


Las hijas y la esposa del cacique en la Localidad de Tigre

 

Inakayal vivió en La Plata durante tres años. Ya no se movía de su silla de anciano cuando, sostenido por dos indios, apareció un atardecer en la escalera. Clemente Onelli, asistente de Moreno, cuenta que "se arrancó la ropa, la del invasor de su patria, desnudó su torso, dorado como metal corintio, hizo un ademán al sol, otro larguísimo hacia el sur y habló palabras desconocidas para quien no entiende el idioma tehuelche". Quizá pidió protección para su pueblo y para sus tierra, que ya eran propiedad de estancieros ingleses. Esa misma noche del 24 de Septiembre de 1888, Inakayal murió.


Luego de más de un siglo, los restos del cacique pueden descansar en su tierra, el 19 de Abril de 1994 recibió las honras fúnebres de su pueblo tehuelche en la localidad de Tecka en la provincia de Chubut.

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